Como un guerrero, alto, el pelo lacio atado en un rodete, parado en el centro del escenario, Matias Betti deja en claro que el show es suyo, y lo confirma con las primeras notas. Músico de gran calidad, notoria expresividad, mucho virtuosismo, y fundamentalmente un gran amor por lo que hace. La banda lo acompaña, por momentos sobradamente, en un show callado, con muy poco diálogo entre la gente y los músicos. Y si bien lo que lidera es Matias con su stick, son muy buenas las imágenes proyectadas como complemento.
Mucha, muchísima coordinación, que se ve reflejada en cada tema, extraordinariamente armónico y ejecutado de manera excelente. Matías sabe que no es un músico cualquiera, y despliega un estilo muy particular en las composiciones. Por momentos da la sensación de armonía de piano, y por momentos cambia a una guitarra con efectos de una manera espectacular. Particularidades del stick, instrumento raro, sorprendente, inusual, delicioso. Sin exagerar, se lo puede ver como dos músicos a la vez: bajista y guitarrista, y por momentos no se puede estar seguro como cuál de los dos se desenvuelve de mejor manera.
Momento destacado: la versión totalmente personal de Personal Jesus, con el baterista sentado sobre su cajón peruano. Duelen las manos de sólo verlo tocar.
Lo que se vio en el Trasnocharte del sábado pasado, en el Centro Cultural Estación Provincial, fue ni más ni menos que un gran espectáculo. Algo inusual, tanto por tratarse de un stickista, como por la calidad de las composiciones, que van desde lo rápido y virtuoso de arpegios complicados hasta la simpleza de una cuasi canción de cuna.
(Colaboración de Antil Bidán)
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