Foto: Florencia Del Gesso
Pérez - Pura Vida - Viernes 3 de junio de 2011
Será en la Inrock, la Rolling, alguna que otra página recomendable de discos en alternancia de catálogo "independiente". Proceso natural de cualquier proyecto platense y aledaños con visión de ruptura.
Hace tiempo, largo, Pérez dejó de ser el secreto a voces de La Plata. Y una infidencia del que escribe: alguna vez de 2008, los descubrí como teloneros de la banda que había ido a ver y que nunca escuché intentando entender, detrás de escena, qué eran esos sonidos que había sentido minutos antes de los que nunca nadie me había susurrado nada.
La expectativa de la vuelta en Pura Vida tenía, entre tantas, una explicación temporal: no se presentaban desde el año pasado por la salud de su cantante. Y suena a obviedad: la convocatoria del viernes no refiere a la máxima del "tocar poco y acumular convocatoria", apenas un recurso de las bandas "consagradas" en términos de mainstream. Pérez volvió. Se los esperaba. Y convirtió una perdida madrugada de principios de junio con calles resbaladizas y fríos deleznables, en esas noches fundacionales que los tiempos de éxitos y críticas dulces del futuro pondrán por su propia inercia en la lista de sus mejores hitos.
Hace tiempo, largo, Pérez dejó de ser el secreto a voces de La Plata. Y una infidencia del que escribe: alguna vez de 2008, los descubrí como teloneros de la banda que había ido a ver y que nunca escuché intentando entender, detrás de escena, qué eran esos sonidos que había sentido minutos antes de los que nunca nadie me había susurrado nada.
La expectativa de la vuelta en Pura Vida tenía, entre tantas, una explicación temporal: no se presentaban desde el año pasado por la salud de su cantante. Y suena a obviedad: la convocatoria del viernes no refiere a la máxima del "tocar poco y acumular convocatoria", apenas un recurso de las bandas "consagradas" en términos de mainstream. Pérez volvió. Se los esperaba. Y convirtió una perdida madrugada de principios de junio con calles resbaladizas y fríos deleznables, en esas noches fundacionales que los tiempos de éxitos y críticas dulces del futuro pondrán por su propia inercia en la lista de sus mejores hitos.
Privilegios de unos cuantos pocos, el grupo de Sagasti, Lambert, Zabaljáuregui y Goldztein, los que desde su myspace nos provocan patentándose desde la "canción popular melodramática", entró en clima con la aún inédita "Chicos y chicas", tema de trance pos punk en guitarras nostálgicas justas para iniciar el camino de la hora y pico del directo. Acompañada por esa voz de Sagasti que parece surfear en paralelo cada una de las melodías para balancear la atmósfera melancólica con inspiraciones en clave pop.
Desde la intro, le siguió otra no editada ("Ola", luego "Hojas nuevas", de segura inclusión en el próximo trabajo), "Más", "Equilibrista", "Bailarinas" y "Ganas" (con "Puedo aguantar", el paso beatle del disco: "Y ahí estás, entre luces de menta y de mentol, te ves tan resuelta, desde la ranura de mis ojos te miro...").
Entre alguna Isenbeck o charlas que iban de la salida del baño a la barra del Vikingo, continuaron "Alguna vez", "Babia" (grado 0 en sintonía Radiohead: "Voy a pedirte que me acompañes, esta vez va a ser mejor, ya fue, nadie nos ve... no quiero saber cómo es, podemos escapar...") y los impredecibles "No era necesario", ahí donde el fraseo del cantante juega a imitar los saltos innatos del antiguo Citroën de la publicidad que acompaña la canción en YouTube, y "Libros y gente", el cierre de cada nuevo show que el público le impuso a la banda a fuerza de hit.
Entre alguna Isenbeck o charlas que iban de la salida del baño a la barra del Vikingo, continuaron "Alguna vez", "Babia" (grado 0 en sintonía Radiohead: "Voy a pedirte que me acompañes, esta vez va a ser mejor, ya fue, nadie nos ve... no quiero saber cómo es, podemos escapar...") y los impredecibles "No era necesario", ahí donde el fraseo del cantante juega a imitar los saltos innatos del antiguo Citroën de la publicidad que acompaña la canción en YouTube, y "Libros y gente", el cierre de cada nuevo show que el público le impuso a la banda a fuerza de hit.
Ese público que tararea como leyenda temas que por ese gesto se
percibirían desde afuera como envejecidos, cuando apenas si asoman al
ruedo, porque comulga la cadencia inocente de Sagasti como genuina; la
convicción de creer que detrás de todo esto no hay ningún plan a futuro:
nada más que buenas canciones para pasar el momento, el aquí y ahora.
Esa actitud que se desprende de las mejores costumbres de la inocencia
juvenil, como arrancada a personajes de las películas de Acuña (Nadar solo, Como un avión estrellado...),
de que todo lo bueno no puede sino estar por venir, ya, ahora. Tan
simple y modesto como el apellido genérico con el que se dan a conocer
como queriendo ocultarse: Pérez.
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